
Destino: desierto de la Tatacoa parte 3.
Nuestras posibilidades estaban entre quedarnos a amanecer en Aipe para al otro dia rodar hasta Neiva o seguir rodando a pesar del cansancio, llegar a Neiva y finalmente llegar al desierto.
Mientras veíamos que la chalupa se alejaba cada vez mas, lo único que pensamos fue gritar a que nos esperara y con el pito de las motos tratar de llamar la atención, pero todo fue inútil. Un silencio incomodo siguió después de todo el alboroto y aquel señor desapareció de nuestra vista.
Sin saber que hacer, contemplamos el hermoso atardecer de ese día, tratábamos de comunicarnos con nuestros compañeros al otro lado esperando algún tipo de ayuda pero fue imposible comunicarnos con ellos,. Uno a uno de nuestros teléfonos se iba quedando sin batería por lo que era mejor guardar un poco de ella para la estadía en el desierto.
Decididos ya a devolvernos a Aipe, apareció una señora que nos había escuchado gritar cuando la chalupa se alejaba y nos contó que tenía a alguien que nos podía pasar, ya era solo negociar con él, el paso al otro lado.
Era un golpe de suerte lo que menos esperábamos que pasara sucedió, un poco más de media hora de espera dos señores aparecieron en una pequeña embarcación dispuestos a llevarnos al otro lado. El precio fue un poco alto dada la hora y porque eran muchas motos, como el dinero era poco tratamos de negociar con ellos y el valor final fue un poco más de la mitad de lo que habían propuesto inicialmente y pasariamos dos motos a la vez y tendremos que ayudarles con cargar y descargar las motos.
Estaba muy oscuro y nadie quería ser el primero en pasar, el nivel del río había aumentado y la corriente era muy fuerte. Alguien tenía que hacerlo y demostrar que era seguro cruzar al otro lado pero había un poco de temor que alguna moto terminara bajo el agua.
Finalmente un compañero y yo decidimos ser los primeros y subimos la motos a la chalupa, esta se tambaleaba al descargar la moto y el miedo se hacía mayor. Al estar las dos motos en la chalupa nos aferramos a ella tanto como pudimos para que no se fueran a voltear y zarpamos rumbo a la otra orilla sin saber que esperar al otro lado.
No sé muy bien cuanto tiempo tomo la chalupa en cruzar al otro lado pero el tiempo fue eterno. Al tocar tierra firme sentimos una sensación de alivio y desde el otro lado le dimos ánimos a nuestros compañeros para que cruzaran también mientras la chalupa se devolvía a la orilla donde estaban ellos.
Tres viajes después, estaban las 8 motos al otro lado del Magdalena, subimos por una pendiente un poco lodosa y finalmente encontramos la vía para llegar hasta Villa Vieja. Allí nos comunicamos con nuestros compañeros y nos dieron instrucciones de como llegar hasta ellos.
Lo habíamos logrado, finalmente estábamos en el desierto de la Tatacoa después de un largo dia y atravesando buena parte del país, soportando mucho calor buena parte del trayecto y mi moto con algunas molestias, obtuvimos la mayor recompensa de todas, dormir bajo luz de millones de estrellas, con un clima fresco comparado con el que soportamos durante el dia.
Nos dispusimos a armar nuestras carpas compartir un poco de nuestra aventura con algunos viajeros a los que les parecía una gran hazaña venir desde tan lejos en una motos tan pequeñas, recorrimos luego el lugar y fuimos hasta el observatorio astronómico donde se podía contemplar mejor el cielo nocturno, allí aprovechamos para recochar un poco y relajarnos después de tan largo viaje.
Al llegar la hora de dormir el calor en la carpa era un poco mas alto asi que a la mitad de la noche algunos preferimos dormir afuera sobre una suave capa de arena y un hermoso cielo estrellado, viviendo una experiencia mágica que solo los arriesgados pudimos llegar al vivir.
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